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Insectos comunes

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La habitación era como un hormiguero; pequeña y oscura, llena de pusilánimes incapaces de levantar la vista del suelo. No parecían saber qué hacían allí; erraban entre las cuatro paredes, intentando no chocar los unos con los otros ni con las sillas dispuestas en el centro de aquel espacio tan reducido.

De repente, todos se giraron igual que polillas, al haz de luz que dejó entrar la única puerta de la sala. La figura de un hombre, ligeramente mejor arreglado que el resto, se recortaba como una sombra gorda y redonda; con la camisa arrugada, manchada de café, unos granos de arroz pegados, resecos desde hacía dos días, en el pantalón azul marino y la corbata a medio desanudar. Los altavoces de un viejo radiocasete en desuso comenzaron a distorsionar el Fortuna Imperatrix Mundi y todos se sentaron rápidamente mientras él se plantaba frente a aquellos insectos. Con desgana apretó el nudo de su corbata y empezó a pasar lista a los sesenta y siete hombres y dos mujeres que la justicia había puesto a su disposición.

Cuando la música comenzó a sonar demasiado metálica y cacofónica como para poder ser considerada como lo que realmente era, apartó la mirada de su lista y agradeció la asistencia de todos- Me alegra que halláis decidido venir. ¿Quién quiere comenzar?- preguntó mientras buscaba entre los asistentes alguna cabeza para poder señalarla antes de que se escondiese del todo en su madriguera.

….

– ¿Sabes lo que me jode de estas reuniones de mierda?- Alberto era como una cigarra en medio de un verano asfixiante. Podías morir en mitad de un desierto que siempre escucharías su vocecita aguda e insultante venir de algún lugar indeterminado, como un cricri largo y penetrante. – Lo que me jode,- explotaba tras haberse obligado al silencio durante una hora de su vida- me enerva de tal manera,- el incesante zumbido de un mosquito- me fastidia,- zumba en una cálida noche sin poder dormir- me tiene más que harto, que te den las gracias por venir. Malditos hijos de su putísima madre. Como si pudiésemos hacer otra cosa. ¿sabes lo que quiero decir?- Y Sabino no contestaba. Se limitaba a ir en el asiento de copiloto, con la mirada perdida en la carretera. Seguramente, de no estar él allí, Alberto seguiría explicando como si alguien escuchase, igual que ahora. Sabino escondido en su capullo de seda y él parloteando sin cesar.- Si yo decidiese no venir, un agente aparecería inmediatamente en mi casa y nadie sabría nada más de mí. Desaparecería como una de tantas cucarachas que morirá esta noche aplastada bajo la suela de mi zapato, una cucaracha matando otra cucaracha.

Sabino sólo reaccionaba al llegar a su calle mientras Alberto seguía con su cháchara- Por eso su tela de araña es tan efectiva. Porque cuando intentas escapar, ésta se te pega más fuerte, te envuelve hasta que te quedas sin fuerzas…

– Esta es mi casa- le cortaba con sus fuertes mandíbulas

– Oooh, sí ¿quieres que quedemos mañana?

– No

……

-¿Cómo ha ido hoy?- si Rosa fuese un coleóptero de color rojo, moteado por puntito negros, sería el más bonito del mundo. De movimientos suaves y risa contagiosa. Pero Rosa era Rosa y como humana nadie podía quererla por ser guapa, ni por su inteligencia, ni por su simpatía, ni…Rosa era bastante deficiente siendo ella misma. Si no estaba sola era por que se sabía enganchar como una garrapata. Te abraza, te pregunta, te quiere aunque le estés pegando. Era un buen punching ball, ideal para cualquiera de los insectos violentos.

Cuando recogió a Sabino le ofreció su cama y sus costillas, pero él aún no la había destrozado, no la quería pero tampoco la molía a palos como había hecho el anterior. A pesar de los gruñidos Sabino era el mejor hombre que conocía. Siempre entraba, le respondía su gutural :como siempre y la ignoraba sin más.

– ¿Quién quiere explicarnos por qué está mal pegar a su pareja?- preguntó el hombre de la misma y arrugada camisa, con alguna mancha de café nueva y las ya antiguas-¿Quién quiere comenzar? ¿Quién…?- para Sabino aquello era absurdo. Él ya no estaba con Marga, la enterraron en Diciembre. Sus hijos, ya entonces, no le dejaron acercarse al nicho: le escupían, lo despreciaban aunque él jurase que había sido un error. Solo quería aleccionarla y se le fue la mano.

– Simplemente fue eso- le explicó a la clase- se me fue la mano.

– Sí, muy bien, Sabino. ¿Quién quiere ser el siguiente? ¿O vuelvo a escoger yo?- en realidad, nadie escuchaba demasiado. Hablaba el que le tocaba y después elegían a otro a dedo. De vez en cuando el hombre de la camisa manchada les sermoneaba con las palabras que tenía escritas en su manual de buenas prácticas y Sabino pensaba que estaba allí, atrapado en una planta carnívora por culpa de Marga. Cuando él ya no podía ser más bueno con aquella babosa. Pero iba cada jueves por la noche para que nadie decidiese que estaba mejor en la cárcel.

-¿A ti por qué te trincaron?- No importaba que acabase de explicarlo en la reunión porque Alberto no estaba interesado en la respuesta. Sin hacer una pausa- El secreto morirá contigo ¿verdad?- la respuesta una perorata sobre él mismo- Puede que hayas oído hablar de mí: el fabuloso hombre insecto me llamaron, el loco hombre insecto ¿a que sabes quien te digo?- Y sin soltar el volante adoptó la cara de pobre triunfador.- Yo era el tipo que quería montárselo con uno de ellos. Ya sabes, follarme a una hormiga o una abeja. Incluso me lo haría con una mantis; me dejaría cortar la cabeza por una buena cópula. Mmmm, oh yeah.

Pero dijeron que yo era peligroso: la humanidad morirá por su culpa, morirá, las palabras aún resuenan en mi cabeza. Fueron muy crueles conmigo. – Se ralentiza, respira y continúa- ¿Sabes? Tengo una máquina para hacerlo, es algo que yo mismo monté…pero decían, siempre están hablando los muy malnacidos, ojalá se mueran todas esas cucarachas, los odio…dicen que el uranio es peligroso, moscas come mierdas.

– Esta es mi casa

– Y? Oh, ¿quieres que quedemos mañana?

– No

(morirá)

-¿Qué?

– No he dicho nada

….

-¿Cómo te ha ido hoy?- Cuando Rosa se quedaba sola caminaba como si no quisiera pisar su sombra. Igual que una bailarina de ballet asustada, saltando sobre la punta de sus dedos.

-¿Qué tal hoy, señora cucaracha?- le pregunta a todos y cada uno de los insectos que se encuentra.

-¿Cómo le ha ido hoy señor araña?- Y cada uno le responde con su suave y silenciosa estridulación, abren y cierran sus quelíceros, haciendo fluctuar el aire en microscópicas ondas que le explican una historia. Los piojos huyen por no morderle, se condenan al suicidio de no alimentarse, las hormigas acarician su piel con las cosquillas de sus antenas y, cuando llega Sabino, se produce una desbandada general. Cada insecto se esconde en su pequeño agujero mientras, una vez más, le advierten que tenga cuidado con aquel hombre osco. Sólo queda la mosquita muerta preguntando -¿Cómo te ha ido hoy?¿ Qué tal hoy? Sí, hoy.¿Cómo va hoy? Hoy– se apresura a saludarlo, aturullada, sabiendo que su única respuesta será un ronco y profundo gruñido que, una vez más, sólo parece querer decir: como siempre.

….

-¿Quién…? Tanto da, ya leo yo: lentamente desabrochó su blusa de vaporosa seda. Ella quiso apartarse pero lo único que consiguió fue girar la cara para no ver lo que él quería e iba a hacerle. Con algunos botones arrancados recorrió con su fina mano el torso tatuado. Apretó su cintura hasta hacerla enrojecer mientras jugueteaba, restregándole el pene por la fría piel. Ella arrancó a llorar mientras él lamía sus pezones con violencia. De repente, se detuvo sobre el pecho izquierdo que empezó a morder arrancando piel y grasa. Ayudado con el puño, con golpes rápidos y certeros, atravesó la caja torácica hasta llegar al corazón, el cual estrujó hasta notar cómo dejaba de palpitar. El hombre de la camisa arrugada intento disimular la nueva mancha que se le iba formando en la entrepierna. La erección había desaparecido tan rápida como había venido y, por fin, podía concentrarse en el cursillo. Miró los rostros angulosos y delgados como gusanos.

– ¿Quién puede decirme qué ha notado al leer este párrafo?¿Quién me lo cuenta?- Los rostros se escondieron como cucarachas a la luz, corrieron al amparo de las sombras, de la nada.-¿Quién será el afortunado? ¿Quién? ¿Julián?, ¿Sabino?…¿Quién? Alberto,dígame ¿por qué no debería masturbarse con este texto?

….

– No se morirá, puto cabrón. Él ya sabe mi cosa, mi problema ¿sabes lo que te quiero decir? Siempre parece esperar para saltarte encima y envolverte en su tela de araña. ¿A mí qué mierda me importa el escote de una zorra?. A mí dame una abeja peludita, un gusano, una mariposa- saca una caja de cigarrillos y se los ofrece sin que Sabino responda- su vida- atropella las palabras- me importa una mierda. Yo lo que quiero son insectos: in…sex…tos. No le deseaba ningún daño a esa putita pero él, él morirá.– Aspira una calada larga e intensa mientras cierra los ojos, con la suerte de que nadie se cruza en el camino de su coche.- Siempre buscándonos ¿ quién, quién, quiénpero morirá con su quién,… morirá.

-Esta es mi casa

– Mañana

– No

-¿No?

-¿Cómo?

-¿Quién?

-¿Qué?

Morirá, sabes?

-Mi casa

Quien

-Que

– Sabes quién morirá hoy, ¿quién morirá hoy?

….

-¿Cariño?

– Suena tan dulce- le susurra Rosa a sus arañas- nunca me había llamado cariño.

– No te fíes

– Cariño, ¿quieres saber cómo me ha ido hoy? Hoy

– No te fíes- dicen las chinches

-¿Cariño? ¿quién….hoy?

– Aquí

-¿Quien morirá hoy?- Mirándolos parece una pregunta retórica. Ella es una frágil hormiga, de piernas flacas y quebradizas. Él, de ojos rojos y cuerpo crispado, se mueve como un escorpión a punto de clavar su aguijón.

– ¿Sabes qué pasaría si desaparecieses hoy?- sonríe Rosa.- Con tu historial mirarían si yo estoy viva. Estarían tan preocupados por si has vuelto a ser violento. En cambio, de mí, si tú murieses no sospecharía nadie- y los insectos se lanzaron sobre el futuro cadáver de Sabino.

….

-¿Quién sabe por qué no ha venido Sabino a terapia?

…..

-Morirá toda mi retahíla sin nadie que me escuche

….

Hoy estáis muy guapos- Rosa acaricia las larvas saliendo del pecho abierto de Sabino- Hacía tiempo que no teníamos un jardín para nosotras.

-Viene alguien- avisa la araña que habita junto a la ventana- el del coche. Tendremos que cerrar esta habitación y abrir otra.

-Quizá este sea el adecuado- soñó sin cerrar los ojos. Danzó hasta que el sonido del timbre le devolvió a la tierra- Voy,- gritó con un susurro- puede que a esta cucaracha no le importe que yo sea una mantis, tal vez quiera formar una familia conmigo .

-Date prisa- la apremiaron los mosquitos- que no se vaya- Y abrió la puerta con la misma convicción con la que lo hizo un día atrás para la policía. Explicaría la misma historia; que Sabino ya no estaba, que se sentía sola como una polilla, pero, esta vez, dejaría que el humano entrase en su trampa para insectos comunes.

LaRataGris

Acabas de leer el último reto de los Insectos comunes. En este caso no había limitación. Unicamente que se titulase igual que el grupo para que cada autor se encontrase libre de mostrarse y, a la vez, esas dos palabras nos definiesen como colectivo. Al dejarnos rienda suelta me he dejado llevar, pero no he sido el único. Pasen y lean a mis otros compañeros de viaje

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